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Lara Vilanova: «De allí solo nos llega lo más terrible, pero hay otra parte de fuerza social que hace que se levanten proyectos para hablar desde su propia voz»

25/08/2021

Entrevista a Lara Vilanova, Gris Jordana y Núria Roldós sobre el rodaje de ‘El retorno: la vida después del ISIS’, de Alba Sotorra

 

Narra la historia de un grupo de mujeres occidentales que dedicaron su juventud al ISIS, pero que ahora quieren tener la oportunidad de reconstruir sus vidas en casa. Sevinaz (27 años, Siria) lleva a cabo un taller de escritura para mujeres del Estado Islámico en un campo de detención, esperando que confrontarlas con sus opciones de vida traumáticas traiga cambios. Pero Sevinaz perdió a seres queridos en la guerra contra el ISIS y teme ser rechazada por los supervivientes por fraternizar con el ‘enemigo’. 

Alba Sotorra (izda) y Gris Jordana (dcha)

La segunda aproximación a la revolución kurda, esta vez en el norte de Siria, de la cineasta Alba Sotorra tras Comandante Arián es un largometraje documental titulado: «El retorno: la vida después del ISIS», cuyo rodaje terminó ya iniciado el confinamiento global. Lara Vilanova, encargada de la dirección de fotografía, pasó el relevo a Gris Jordana primero y a Núria Roldós después, al iniciar en paralelo Sinjar, una ficción en el Kurdistán Iraquí, zona que cerró sus fronteras a España en mitad de su rodaje, lo que mantuvo al equipo atrapado en Irak y finalmente repatriado por militares españoles.

Las tres directoras de fotografía nos explicaron, un día cualquiera de aquel eterno confinamiento que empezó en marzo de 2020, cómo les ha afectado esta experiencia: rodajes, espacios, personas y películas que se retroalimentan y se alteran unos a otros dando lugar a nuevas historias. Un viaje inolvidable -tanto exterior como interior- para todas sus protagonistas. Una aventura que lamentablemente hoy cobra de nuevo sentido, puesto que parece que lo que en aquel momento parecía el fin de una historia y el principio de la liberación y el empoderamiento de la mujer, esté volviendo a su casilla de salida, esta vez en Afganistán.

Fotograma

ENTREVISTA A LARA VILANOVA, GRIS JORDANA Y NÚRIA ROLDÓS, DIRECTORAS DE FOTOGRAFÍA

Este documental de Alba Sotorra contó con tres directoras de fotografía. ¿Supuso una dificultad a la hora de mantener una cohesión estética?

Gris Jordana (G): El proyecto era de Lara, pero como ocurre muchas veces con ciertos documentales, por temas de agenda entramos Núria y yo en el rodaje de algunas partes.

Lara Vilanova (L): La idea era ir a rodar en una época muy concreta, primavera del 2019, cuando el paisaje es muy vivo. No se pretendía una historia dramática, sino empoderadora. Teníamos que ir muy rápido y ser muy efectivas. Una vez en el montaje, se vio que faltaban ciertas cosas; también se transformó la narración y había que reforzar otras cosas, por lo que se decidió volver a ir. 

Yo no estoy acostumbrada a compartir la dirección de fotografía, pero, en ese sentido, una de las cosas que aprendí allí es un poco lo mismo por lo que lucha el movimiento del Kurdistán en el norte de Siria. Fuimos a rodar a Rojava, donde se inició una revolución en el 2011 que defiende un federalismo democrático, la ecología como pilar de un sistema político y también el feminismo, pero sobre todo la idea de colectivo. Y allí aprendí esa idea de colectivo. Cuando surgió la posibilidad de volver, como Gris, Núria y yo ya nos conocemos, fue muy sencillo. Ambas me consultaron cuatro cosas sobre la concepción del proyecto, y al final en un documental se trata un poco de coger la información lo más rápido que puedas. Tiene mucho que ver la relación que tengas con la directora, y Alba Sotorra tiene muchísima personalidad. 

He visto material, y es cierto que hay cosas que son un poco diferentes, pero en el fondo al final quien ata todo el diálogo es Alba. Con Gris rodó algo muy concreto, es un seguimiento y unas entrevistas con la protagonista (Sevinaz Evdike), que se quiso enfocar de manera distinta. Y Núria también llevó a cabo una parte que es diferente a la mía. Yo hice la parte más visceral, que son unos talleres que hacía nuestra protagonista a mujeres del Estado Islámico un uno de los seis campos que hay en el Norte de Siria, en concreto en Roj Camp, donde viven unas 1.700 personas, de las cuales 800 son niños de entre 0 y 17 años, y hay alrededor de 400 mujeres de diferentes países. Aquí en concreto no había españolas, porque estaban en otro campo (en Al-Hol Camp, el campo más peligroso, con unas 70000 personas, principalmente mujeres y niños).

Me gusta que una película en la que es importante la idea de comunidad me haya llevado a la oportunidad de poder compartir la dirección de fotografía. 

Fotograma

¿Qué tipo de directrices habéis seguido para coordinaros?

L: Principalmente, la importancia de la cámara en mano, de estar cerca. Yo rodé con la Blackmagic Ursa Mini 4.6k, cámara con sensor Super 35. Usé unas ópticas Samyang que tienen una cierta ampliación con esta cámara, porque sirven para un formato más pequeño de sensor. Es un poquito más tele, como un 35mm, más o menos. Creamos ese tipo de lenguaje con una óptica un poco más angular, pero que tampoco deformara. Yo fui solo con esta óptica, que acepta muy bien los paisajes, es muy sensible a la luz, abre hasta 1.5, y además yo soy más de lente fija, necesito justificar mucho el cambio de óptica. 

Decidimos un formato apaisado, porque la idea era retratar personajes, pero en grupo. Íbamos a seguir a mujeres del Estado Islámico en un campo de desplazados internos, pero a englobarlas en un mundo, para abrazar la idea de grupo. No usamos estativo ni trípode, queríamos poder movernos rápidas y ‘tirar’ a la altura del corazón para tenerlas siempre un poco en contrapicado y así empoderarlas.

Behind the scenes (arriba) y fotograma (abajo)

¿La película es una continuación de Comandante Arian?

L: En el 2013, muchas mujeres acudieron a la llamada del Estado Islámico a las mujeres de Europa. En 2017, Alba se fue a Mossul y conoció a algunas de estas mujeres, que le hablaron de su sufrimiento. En el fondo, en este drama, las víctimas acaban acaban siendo las mujeres, tanto física como psicológicamente. Muchas llegan muy jovencitas a un estado que les ofrecía dinero, una casa, una estabilidad que quizá en sus países no tenían. Y el ISIS les quita los derechos y favorece al hombre. Con esto no quiero juzgarlas ni comprenderlas, la idea es que cada una hable por sí misma, porque es muy difícil empatizar o criticar.

Después, la coalición internacional liberó los diferentes reductos del califato: el último, cuando nosotras estábamos allí, fue el 23 de marzo del 2019. Muchas de estas mujeres van directas a un campo que coordinan las kurdas. El principal es Al-Hol Camp, donde llegó a haber 80.000 personas entre mujeres y niños (los hombres eran detenidos y metidos en prisión).

Nosotras fuimos a uno de estos seis campos que están en el norte de Siria, Roj Camp, e hicimos un seguimiento de cómo el movimiento kurdo intenta dar una segunda oportunidad a estas mujeres, reintegrarlas en una sociedad que no quiere atacar a la mujer, sino empoderarla. Intentamos entender cómo una mujer que viene de un mundo donde puede tener opciones se va a un sitio donde le quitan los derechos, hay lapidaciones de mujeres, participa en captar a otras mujeres… cómo es posible que una mujer pueda ir a buscar algo así para su futuro y el de sus hijos. La finalidad de este proyecto es preguntarse si hay posibilidad de una segunda oportunidad cuando una mujer ha vivido en un lugar libre, se va a un sitio donde le quitan los derechos y ahora tiene que volver y no se le está aceptando porque ha vivido con el EI y se le considera terrorista. ¿Qué buscan estas mujeres? ¿Qué estaban pensando? Intentar comprender para poder dar una segunda oportunidad. Y eso es lo que me gusta del proyecto: intentar sentarse con el enemigo y romper con el espiral de violencia. Y creo que la mujer es la más idónea para poder hacer eso.

Foto de rodaje con Gris Jordana en la cámara.

Gris ¿cuál fue tu parte en este proyecto? 

G: Yo no conocía mucho a Alba, pero ahora siento que es uno de estos proyectos que es totalmente de director. Nosotras aportamos nuestra visión cuando estamos rodando, pero ella tiene una idea muy clara de lo que quiere y es la que vertebra todo el proyecto. Alba quería dar el punto de vista de las kurdas, de cómo se enfrentan a sus propios recelos al hablar con estas mujeres que formaron parte de la liquidación de sus hermanos, mostrar cómo se abrían a poder tener este diálogo, y dar el punto de vista más de la protagonista. Por tanto, lo que yo iba a rodar era muy distinto de lo que había rodado Lara, y también el material que usé. una Amira que combiné con un zoom Sigma adaptado de foto. Yo quería uno Angenieux pero no pudo ser (luego Núria sí se llevó el 28-70mm). Yo me llevé 3 lentes fijas Zeiss por si en algunas situaciones, al rodar con luz natural, no llegábamos con el zoom. Por otro lado, al rodar con la Amira, que es más grande, no era posible rodar los planos de la manera que ha comentado Lara, pero como yo soy más bajita que ella creo que más o menos estábamos acompasadas. 

Con Lara hablé de la idea empoderadora de la película, pero yo hice una parte muy distinta de seguir a la ‘prota’, de rodar paisajes, b-roll. Creo que mi aportación es más una experiencia propia que lo que yo haya podido aportar al proyecto. Para mí fue una experiencia personal increíble que creo que me llegó para que yo pudiera vivir esto. 

¿Usaste únicamente iluminación natural?

G: Como yo estaba siguiendo el día a día de esta chica, sí que pudimos iluminar más y hacer escenas más ficcionadas, no era tanto el rush de un documental; no lo llamaría dramatización, pero sí podía preparar un poco las tomas. Es una parte más estética. Núria básicamente hizo entrevistas. Al final, yo creo que no era tanto que nos comunicáramos entre nosotras, más allá de unos básicos técnicos como el formato, sino que en cada momento hicimos lo que le iba mejor a ese momento, dentro de una lógica que creo que tenemos las tres.  

Es curioso que hayáis utilizado materiales distintos de rodaje. Supongo que contabais con que Lara iba a etalonar el proyecto…

Núria (N): Bueno, yo usé la misma cámara, la Amira. La conozco y pensé que era la más cómoda, y no me llevé ópticas fijas, ya que para hacer las entrevistas en el campo nos daban solo cuatro horas y había que ir sin cambiar óptica. Así que me llevé dos zooms, el 18-35mm y el 28-70mm de Angenieux. Esto era llegar, nos lo preparábamos mucho antes y entrábamos en la tienda justo a la hora de rodar. Yo sí que tenía dos pantallas LED, Neewer, muy sencillas, mientras Gris solo llevaba una. 

L: Núria sí que estuvo en la prisión de Al-Hal Camp, yo no pude entrar.

N: Allí rodamos todo a mano, y para todo nos tenía que dar permiso inteligencia. En Al-Hal nos dejaron estar solo por la parte que parece más un campo de refugiados, no en la más complicada. Grabamos desde el coche y también nos dejaron subir a un depósito de agua para tener una visión de la magnitud del entorno casi infinito del campo. Aquí buscábamos mostrar las rivalidades que existen entre las mujeres que van con el burka y van todas de negro, y otras que siendo musulmanas no son tan estrictas… 

El otro sitio donde estuvimos es la prisión de seguridad donde están los hombres que lucharon en el ISIS y que fueron capturados. Se rindieron en el territorio del kurdistán, porque sabían que en otra zona estarían ya muertos. Aquí, y por eso es un ejemplo a seguir en la zona geográfica, no matan a nadie, buscan la reinserción. Allí entramos unas horas, los militares nos ayudaron mucho, nos facilitaron mucho el rodaje.

N: Lo bueno es que allí tienes un fixer todo el rato que nos guía y nos ayuda. Nosotros teníamos fixers de Rojava. Es curioso que allí, donde están en un estado muy crítico, tanto por el ISIS como por la invasión de Turquía, se mantengan sociedades como la film komina, que es una cooperativa de cine. 

Lara Vilanova en el interior de una de esas tiendas con el fondo tan azulado

¿Y de dónde sacan los fondos para hacer cine? 

El movimiento tiene dinero que viene de gente que está afiliada, tiene muchos seguidores. Piensa que kurdos hay miles alrededor del mundo que están implicados con el movimiento y con la defensa del territorio, lo que pasa es que han tenido que irse, porque si no serían detenidos como presos políticos, o porque hacen su labor también en Europa y en diferentes organizaciones para hablar sobre el problema que hay. Lo más interesante es que en situación de guerra haya cine y esté dirigido por mujeres. A nosotros de allí solo nos llega la parte más terrorífica, pero hay otra parte de fuerza y vitalidad social que es increíble, que hace que se levanten proyectos para hablar desde su propia voz. Nosotras venimos desde el extranjero y queremos hablar sobre ellas, pero para mí lo más destacable es reforzar que ellas participen. Para mí fue muy importante trabajar con la film komina en Qamixlo, colaboran con diferentes películas y Alba ya les conocía. Y Sevinaz, una de las protagonistas, es una de las cabecillas. Cada organización tiene en cada cargo siempre dos caras parlantes, una masculina y una femenina. Eso es algo que aquí sería inviable. Y es algo muy importante, porque realmente refuerza la visión de la mujer, y siempre con colectivos, es decir, desde abajo tú sugieres una propuesta a arriba y va subiendo hasta que llega a la organización, que lo ejecuta. 

Cuando yo estaba rodando, dos chicas que estaban trabajando para la komina me estuvieron ayudando en cámara y les dejé llevarla en secuencias más sencillas; para mí fue importante que cogieran la cámara y se reconocieran como directoras de fotografía, para dejar, aunque fuera, algo allí. Y sigo en contacto con ellas, con la intención de que, por ejemplo, ahora que fui a Sinjar, quise que participaran, pero la situación es muy complicada ahora. Denisse ahora mismo está refugiada en Irak porque tuvo que irse con la invasión de Turquía y no pudo participar, porque es muy complicado que los refugiados se muevan fuera de los campos, pero sí que hay una intención de seguir defendiendo a las directoras de fotografía, que las hay, allí. Por eso, creo que no siempre tenemos que ir a explicar lo que ocurre desde nuestro punto de vista, sino intentar integrarnos al máximo para que ellas cuenten. Claro, eso es muy complicado, porque tienes que tener un seguimiento y ser mucho más activista.

Lara Vilanova y Deniz, una DoP de Rojava.

¿Cuál era el equipo humano en estos rodajes?

N: Nosotros fuimos cuatro: Alba, una ayudante de dirección, Julia, Ana en sonido y yo. No tuvimos ayudantes allí, porque en nuestro caso sabíamos dónde podríamos ir a rodar a última hora del día anterior, y estábamos siempre preparadas para salir. Nuestra primera base era Derik, y allí estuvimos la primera noche. Al día siguiente nos dijeron que podríamos rodar en la prisión. Así que teníamos que tomar decisiones de última hora, nos llevábamos todo lo que teníamos por si acaso, porque no sabíamos ni dónde dormiríamos ni dónde rodaríamos al día siguiente. Finalmente, nos quedamos en un lugar a mitad camino de todo. Al día siguiente fuimos a la film komina. Allí nos conocimos y nos quedamos en casa de uno de ellos. Allí tienen muy poco y te lo dan todo. 

La cámara se quedó montada desde el primer día, estaba en la furgoneta, donde hacíamos la sincronización con sonido, y cuando llegábamos estábamos listas para dar motor. 

Rodando en la cárcel de hombres 

¿Terminasteis el rodaje del documental antes del confinamiento?

L: Cuando yo llegué estaba el último reducto del califato, Baghouz se estaba liberando. Cuando llegó Gris, que era a mediados de año, se había terminado ya el Estado Islámico, había amenaza de entrada de Turquía y mucha tensión. Yo estuve dos meses, el primer mes fue de gestión; allí cuesta todo mucho y al final tuve que alargar un mes más. Por eso tuvimos problemas con el visado para volver, y eso implicaba que si no volvíamos nos podían arrestar.

Gris tenía la presión previa de Turquía y Núria llega cuando ya ha entrado Turquía. Por ejemplo, en el pueblo de la protagonista donde Gris y yo rodamos, Núria no puede rodar porque ya no existe, ya forma parte de la frontera de Turquía, y la casa donde nos acogió una familia está quemada por yihadistas del estado islámico contratados por Turquía que están allí. Cada una ha tenido una experiencia que ha ido evolucionando en el tiempo, porque es una historia viva.

Es tan importante como viaje propio, que el propio proyecto te hace crecer como persona, y aun así eso no significa que sea positivo, puedes haber vivido cosas negativas, y puedes haber llorado y sufrido. Yo el problema lo tuve a la vuelta, durante un mes en que todo lo que me rodeaba me parecía insignificante, no me apetecía estar con nadie, me sentía muy desconectada, fuera de lugar… ahí está en juego diariamente la vida de demasiada gente inocente. Si no viajas y no experimentas no puedes contrastar tu propia opinión, la información te llega, pero cuesta mucho gestionarla. Lo que te abre y hace que juzgues menos y toleres más es viajar y poder vivirlo, entonces te das cuenta que adquieres conocimiento, pero sabes poco, y eso es lo que me tentó a volver a hacerlo. Por eso volví con esta ficción al Kurdistán de Irak.

Foto de rodaje con Núria Roldós en la cámara

En cuanto a las entrevistas que hiciste, Núria, ¿también se ha buscado el punto de vista masculino?

N: No, solo entrevistamos a mujeres en Roj Camp, donde Lara empezó. En el montaje vieron que esas mujeres de Europa y Canadá no tenían voz y que había que darles más espacio, y por eso se hizo esta segunda parte. En las entrevistas, todas dijeron que tomaron la peor decisión de su vida, pero una vez estás allí ya no hay manera de salirse. Son mujeres del islam que donde vivían tenían problemas o se sentían marginadas, y buscaban lo que les decía la propaganda del ISIS, un sitio donde los musulmanes podían tener su espacio y vivir en comunidad. Luego han tenido mucho tiempo para pensar en cómo se metieron en eso, y es que, si tú eras de una franja de edad y buscabas información por ciertos medios, te llegaba este tipo de propaganda. Todas han tenido varios maridos e hijos. Escuchamos historias muy duras, y aunque te parece una barbaridad, no dejas de empatizar.

Por ejemplo, una universitaria con una familia muy represiva, te está contando a una distancia de 2 metros que compró el billete y cuando se tenía que ir pensó en la barbaridad que estaba a punto de hacer, pero tal era la bronca que le iba a caer cuando su padre se enterara de lo que había hecho, que solo eso la decidió a coger el avión. Cuando te lo cuentan así, todo tiene otro sentido. Como experiencia es brutal. 

Lara Vilanova y Núria Roldós coincidieron en los rodajes de la película documental (El retorno: la vida después del ISIS) y la de ficción (Sinjar) en las que Lara participó y de las que os hablamos en este artículo.

¿Cómo organizabais las entrevistas?

Nos las preparábamos muy bien. Alba y Julia tenían todo listo y yo preparaba la luz para las tiendas, que son blancas y tienen un plástico azul encima, y dentro son muy oscuras. Gris me dijo que se habían llevado una pantalla y que creía que debíamos llevarnos dos. Eran dos pantallas de 30×30 cms que tenían poca manipulación, de cálido a frío e intensidad, con sus trípodes muy pequeños para que todo cupiera en una maleta. Queríamos iluminar para que todo tuviera un punto natural. Pero era llegar y ponernos a rodar, es una manera de trabajar en que no puedes perder ni un minuto en pensar la escena.

Por la noche descargábamos las tarjetas: rodamos a 2k porque las tarjetas no nos daban para 4k. Tampoco podíamos tener a alguien descargando tarjetas. También aprovechábamos la ultima hora del día para tener otras luces, porque todo lo que tenía Lara era muy de día. 

¿Habéis visto ya el material?

L: El de Núria no lo he visto. El de Gris sí, ella también rodó a 2K. Yo rodé algunas noches en raw para protegerme, y principalmente rodé a 4k porque mi idea era dejarlo abierto para la distribución, porque si ruedas a 2k pues te cierras a una distribución muy concreta. Pero, a medida que ha ido evolucionando, lo han cerrado a 2k.

Rodamos en logarítmico, y yo en el set iba haciendo pruebas de color que fueron muy cambiantes, pero decidimos hacer unos colores vivos, intentando ir en la misma línea hacia donde estaba gestado el proyecto. Vi la ‘peli’ montada con mi material y el de Gris y es cierto que el de ella era diferente, porque había momentos con trípode. Lo habían montado bastante bien, porque era un momento más introspectivo y, a nivel de color, lo bueno que tienes con la Amira es que las altas luces están más protegidas, entonces puedes jugar más. Pero bueno, con la Ursa tiramos a 200 ISO. Normalmente dicen que a 800 proteges más las altas, pero luego aparece mucha trama. Por eso preferí tirar a 200 y perder un poco las altas, exponer más baja para luego jugar con ellas para hacerlas más elegantes, que es algo que puedo hacer. Así que jugar con las dos cámaras no creo que de problemas. El resto no lo he visto, no me ha llegado el material con el confinamiento. 

N: Nosotros estábamos esperando una entrevista en el Roj Camp que para Alba era importante, porque es la mujer que ha impulsado que se ayude a esas mujeres, y por eso han creado los talleres y demás. Esperando la entrevista nos cancelaron nuestro billete por el coronavirus, algo que en inicio nos pareció bien porque nos queríamos quedar más, pero por otro lado teníamos miedo de quedarnos atrapadas allí. Al final vimos que no nos iban a dar esta entrevista, así que el fixer nos dijo que iban a abrir las fronteras ese sábado para los civiles y nos fuimos.

¿Habéis tenido problemas con la población por vuestra presencia en la zona?

N: En Roj Camp hay mujeres muy fundamentalistas que están en conflicto con otras menos ortodoxas.

L: Cuando rodamos nosotras, un día la sonidista se fue a rodar un poco de sonido ambiente y le tiraron piedras. Y amenazaban a las mujeres que hablaban con nosotras, aunque ellas decían que les daba igual, que querían hablar y decir lo que pensaban. En Al-Hal Camp hay muchas peleas, se queman entre ellas. Ahora mismo, de hecho, se cree que las mujeres están levantando el nuevo califato. 

¿Cómo teméis que pueda afectar el Covid19 a estas poblaciones?

Ahora con el coronavirus todo queda congelado, porque no pueden salir, se ha parado la entrada de Turquía, dicen que siguen atacando, pero de una manera diferente: están viviendo un momento de tregua, ya hay afectados y muertos en Siria, y el coronavirus puede ser un auténtico desastre si entra en los campos. El hospital más importante de Rojava estaba cerca de Serekanye, y allí Turquía se ha quedado el hospital y los kurdos están bastante ‘vendidos’. No están preparados, y las ONG no pueden entrar directamente, porque Turquía lo tiene parado y la única entrada es por una parte que controla más Rusia que también tienen frenada. Como hay un conflicto con el régimen de Damasco, tampoco les dejan entrar por allí. Todo lo que llega a Siria se lo queda Damasco: como el régimen no está de acuerdo con este movimiento, no les dejan que lleguen las cosas. 

N: Todo es perfecto para que desaparezcan, que es un poco lo que se pretende. 

L: Lo más destacable de todo este movimiento depende de las mujeres, ellas quieren defender a las mujeres de todo el mundo que son víctimas. Por tanto, tendríamos que tener un mínimo de responsabilidad por empatizar. 

Núria y tú coincidisteis cuando ambas rodabais. ¿Dónde? 

N: Nos vimos en Irak cuando nosotras estábamos volviendo. Cruzamos la frontera por el Kurdistán sirio y el de Irak y ellas estaban muy cerca de la frontera, no podíamos dejar pasar vernos.

L: Fue un soplo de aire fresco. Nosotras estábamos teniendo unos días duros, porque el coronavirus ya azotaba y teníamos que terminar de rodar. Este último viaje ha sido una experiencia increíble. 

¿Y después de la experiencia con este documental, con lo que este género significa para ti, cómo afrontas algo parecido, pero desde el lado de la ficción, en el rodaje de Sinjar?

L: El documental se está empapando de partes de ficción y al revés. En este caso hicimos una ficción, pero nuestra protagonista es una chica de catorce años que a los nueve fue raptada por el ISIS y agredida durante tres años, hasta que fue liberada por las fuerzas de mujeres kurdas. Todo esto ha hecho que yo viva una parte muy fuerte de documental con mi protagonista. No dejo de vivir el documental, no es que lo aparte al hacer esta ficción. Al contrario: me voy allí, me empapo, vivo experiencias de allí, no hay ninguna persona que haya conocido en el Kurdistán de Irak que no haya completado la experiencia que viví un año anterior en Siria con Alba. Completa mi parte más emocional de conocimiento, no la separo del documental, el de vivir rodando. 

Cuéntanos esa aventura para volver a España cuando rodaste tu parte de ‘El retorno: la vida después del ISIS’

L: Tenía que volver a España al cabo de un mes porque tenía una película y no pude volver porque, con las lluvias, el Tigris se había desbordado y había roto el puente para cruzar la frontera, y como no podía volver me quedé un mes más y pude rodar la ‘peli’. Las fuerzas naturales no me dejaron volver. Además, un día perdí mi monedero con mi pasaporte, mi tarjeta de crédito… todo. Lo ‘bueno’ es que allí te cortan la mano si robas, así que lo encontré, pero lo pasé muy mal, porque pensaba que me quedaba. Allí no hay embajada, ni convenio de expatriación, no es fácil. Tienes que pasar a Irak, y para eso necesitas tus documentos… es lo peor que te puede pasar. 

N: Es cierto que cuando viajas con equipos siempre vas con miedo de que se pierdan o te roben. Pues ahí no te roban nada. Un día, el ordenador se quedó en un restaurante, y nos percatamos cuando llegamos al hotel. Llamaron al restaurante y efectivamente el ordenador estaba allí. Mientras yo estaba sufriendo, Alba tan tranquila aseguraba que ya aparecería. Viajar con alguien así es súper importante.

L: Sí. Si no hubiera sido por Alba, estoy segura de que yo no hubiera ido. Realmente tiene dominio de la zona y contactos, cosas fundamentales para poder llevar a un equipo. Irak es una zona diferente, pero Siria es mucho más complejo, tienes que ir muy segura. Yo fui a Siria por ganas de conocer, dejar de ser naíf y aproximarme a mis miedos, pero sobre todo por confianza con Alba.  

¿Ha sido tan peligroso como aparenta?

L: Alba con Comandante Arian fue sola porque nadie quería ir con ella. Lo hizo todo, yo le ayudé en el color. Hay que entender que la gente tiene familia. Yo soy directora de fotografía, no reportera de guerra. Y de repente, vas allí y cada noche ves los ataques en directo de Baghouz. Media hora viendo las estelas iluminando el cielo y comprendiendo que la guerra está a unos kms de ti. Cada día estaba muriendo gente. 

¿Cómo viviste la última fase de tu último viaje, estando atrapadas en Irak todo el equipo de Sinjar

L: El confinamiento nos pilló en la casa donde estábamos rodando, con los actores. Fuimos de las pocas películas españolas que se pudieron terminar. Fue muy difícil y, al terminar fue una odisea salir de allí, porque no había vuelos, el aeropuerto estaba cerrado. Luego supimos que los militares españoles que instruyen a los iraquíes estaban volviendo de Irak y había la posibilidad de ir a Bagdad y de Bagdad a España con los militares; pero desde donde estábamos nosotras hasta Bagdad, sin visado, éramos carne de cañón para una detención, ni el embajador nos podía recomendar para eso.

Se hicieron muchísimas gestiones con el embajador, hasta Antonio Banderas habló con él. Tenemos muchísimas anécdotas; en cuanto terminé con la película empecé a grabar un documental, de momento el título es Exit, lo tengo que empezar a montar ahora. Es el seguimiento de toda esta aventura. Terminamos en el consulado, pasando decenas de check points con pistolas de temperatura del coronavirus (allí lo hicieron muy bien, confinaron sin tener ni un muerto). Al final, consiguieron que nos fuéramos con un helicóptero Chinook que estuvo en la guerra de Vietnam hasta Bagdad y de Bagdad con un avión militar de mercancías hasta Zaragoza. Desde allí, volvimos a Barcelona con una carta del Ministerio que avisaba de que no nos pararan porque estábamos siendo repatriadas. 

 

Entrevista publicada en Camera & Light 106, nuestra edición del confinamiento, abril 2020. 

 

Ficha Técnica

Cámaras: Blackmagic Ursa Mini Pro 4.6k, Arri Amira

Ópticas: 24mm Samyang, Angenieux 28-70 mm, Sigma 18-35 mm 

Relación de aspecto: 2,39:1

 

Equipo Técnico

Directora y guionista: Alba Sotorra

Productoras: Alba Sotorra y Marta Figueras 

Directora de Producción: Júlia Parés 

Directoras de Fotografía: Lara Vilanova, Gris Jordana, Núria Roldós 

Ayudantes de cámara: Taim Hussain y Gule Osse 

Sonido directo: Coni Docolomansky, Alex Albors, Anna Rajadell

Producción de campo: Nadja Derwish

Montaje: Xavier Carrasco 

Colorista: Lara Vilanova 

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