Un relato en primera persona del fotógrafo de la última película de Víctor Gaviria. La mujer del animal cuenta la historia de Amparo, una joven que viven en cautividad en Medellín víctima de la violencia de su primo, apodado "el animal". Del texto del director de fotografía Rodrigo Lalinde conoceremos cómo es rodar cine en los márgenes en Colombia en la actualidad.
Autor: Rodrigo Lalinde
Varios años atrás, cinco o seis tal vez, Víctor (Gaviria) me comentó sobre las ideas y temas en los que estaba pensando y que se convertirían más tarde en la película La mujer del animal. Para ese entonces no había guión y sus nuevos relatos venían de haber encontrado a Margarita, una señora que lo impactó con sus testimonios, los cuales fue grabando en audio y en vídeo algunas veces. Me envió las transcripciones de dichas grabaciones y a medida que escuchaba y veía me iba interesando más y más el tema. Nuestras conversaciones, comentarios y reflexiones crearon en Víctor la necesidad de escribir un guión.
Víctor no es una persona que trabaje rápido. El hombre siendo cineasta es primero poeta y antes, un habitante del planeta que va rumiando historias y testimonios que alimentan lentamente las ideas para que estas lleguen a convertirse en películas.
Fase Previa
Durante esos años previos a la realización de la película, nuestras conversaciones tocaban el tema de Margarita y empezábamos a discernir cómo podríamos llevar al cine situaciones tan escabrosas. Ante las características que iba tomando el proyecto, y las difíciles posibilidades de tener productor, pues sabido es que los temas y producciones de Víctor vienen siempre con la carga característica de no ser temas y/o películas comerciales, le fui animando a que desarrollara las ideas y fuera organizando la trama, brindándole apoyo en el sentido, que dado el caso, nos conseguiríamos una cámara digital de formato medio y podríamos aventurarnos a rodar con el espíritu del cine independiente y bien subterráneo.
Desde hace unos años para acá, las cámaras de vídeo digital nos proporcionan cualidades en las que no es necesario tantos aparatos de iluminación ni de tanta potencia y dadas las características de la historia a narrar podríamos hacerlo dentro de los parámetros del cinema verite, y obviamente sin mayores artificios. Por ahí pasaron esos pensamientos y así fue surgiendo un guión o lo mas aproximado a serlo. Pero al mismo tiempo nos planteábamos que, después de haber logrado las películas que hemos hecho juntos, pues ¿por qué no reafirmábamos nuestra experiencia cinematográfica y procurábamos darle un mayor estatus al proyecto filmando la película en emulsión negativa? aunque en todo caso una película de bajo presupuesto, con mínimo equipo humano, y una actitud bien ‘guerrera’, o ‘guerrillera’ como se suele decir en el medio.
Rodrigo Lalinde DoP
Preproducción
La historia se desarrollaría en un barrio de invasión, donde los personajes son gente común, amen de varios delincuentes que tienen azotada a la incipiente comunidad. Esta condición de la historia nos permitía pensar en una forma de producción relativamente viable económicamente, pues no serían necesarias muchas locaciones, sino desplazamientos por un mismo barrio. Ya pensaba yo entonces que rodaría en 16mm o mejor S16mm como se habían filmado nuestras dos anteriores películas: La Vendedora de Rosas (1998) y Sumas y Restas (2004).
Conocí durante esos años previos de preparación muchos testimonios de mujeres que fueron piezas claves para la construcción de la trama sustento del futuro guión y comentábamos acontecimientos que durante esos años nos permitieron descubrir que el tema de la violencia a la mujer estaba inscrito según las denuncias mundiales en diferentes niveles y culturas. Pasados un par de años de nuestras primeras conversaciones, Víctor me dijo que tenía un amigo que podría invertir una buena ‘plata’, aunque quizás no la suficiente, pero ya era algo. Empezamos entonces a conversar con un camino trazado más concreto. Andábamos por Medellín, visitábamos barrios, y Víctor me mostraba fotos referentes de los distintos tipos de personajes, pues siendo una historia tomada de un relato real debía ser ubicada en la época de cuando aconteció: principios de los años 70. Eran fotos de camajanes [Persona holgazana de mal vivir que se las ingenia para vivir a costa de los demás], de ladrones siendo presos, de los barrios donde habitaban y donde ocurrieron los hechos. En su mayoría eran fotos en blanco y negro, lo que me fue llevando a plantear la posibilidad de por qué no hacerla así, en B/N.
El tema escabroso y emocionalmente intenso me sugería la característica de documento, de un realismo crudo, como de ‘reportería’, y por esa idea anduvimos un buen tiempo. Nos cuestionábamos si comercialmente sería aceptada una película fuerte y sin color, sabiendo que lo mas probable era que por ello no llegase a ser atractiva para el gran público, algo que yo veía claramente, sabiendo además que Víctor no es un director que mueva precisamente masas por hacer un tipo de cine divertido. Y para mí, como director de fotografía, el gran reto era cómo crear un estética visual que se contrapusiera a un tema tan brutal.
En el 2013, Ida, la película de Pawel Pawlikowski rodada en blanco y negro, obtuvo muchos galardones cinematográficos, teniendo un gran éxito comercial, y nos sentíamos apoyados en una posible decisión de pensar nuestra película en B/N. Ya se había roto el tabú comercial y se estaba demostrando que si la historia lo ameritaba pues, ¿por qué no? Formato liviano, cámara ligera, incluso pensaba en AATON y magazines de 200 pies. Aunque Víctor y yo estábamos seguros de que encontraríamos cómo desarrollar la trama y las posibles líneas dramáticas, a ambos nos inquietaba, en todo caso, embarcarnos en otra arriesgada aventura cinematográfica, enfrentar otro realismo nuevo. Mientras tanto, continuaba con mis trabajos en televisión que además de procurarme el sustento económico para poder dedicarme a estas aventuras me ha permitido profundizar en mis conocimientos de dramaturgia, ya que en el último tiempo he ejercido como director. Por eso, estudiaba con juicio y análisis los parámetros y desarrollos de la narrativa dramática y caracterización de personajes. Es una práctica de la que he sabido sacar provecho.
Apareció finalmente el coproductor y se fue llegando a un compromiso; como era de esperar, la idea del B/N fue descartada.
Entramos a plantearnos entonces hacer la película en las condiciones normales tal y como se filman la mayoría con la pretensión de entrar en los canales comerciales de distribución.