
Así fue el trabajo de Ibon Antuñano en ‘La deuda’, la nueva película de Daniel Guzmán
El director de fotografía explora en primera persona los pormenores de su trabajo creativo y fotográfico en el tercer largometraje de Daniel Guzmán, que actualmente se encuentra en cines.
En ‘La deuda’, el director Daniel Guzmán interpreta a Lucas, un hombre que vive junto a Antonia (Rosario García), una anciana, en un piso ubicado en un céntrico barrio de Madrid. Sin embargo, su vida se ve afectada cuando un fondo de inversión compra su vivienda y deben desalojar la casa. Esto lleva a Lucas a intentar conseguir dinero para evitar la pérdida de la casa, puesto que Antonia no tiene a dónde ir. La urgencia y la necesidad le llevarán a descubrir un Madrid frío lleno de peligros y riesgos, donde pondrá en riesgo su vida.
En palabras de Daniel Guzmán, «‘La deuda’ habla de esos personajes que intentan vivir día a día con dignidad e ilusión, aún teniendo casi todo en contra. Personajes cuya vida cuestiona el relato meritocrático que transmite que “las personas son lo que quieren ser “, sin tener en cuenta sus circunstancias y condicionantes. La película reflexiona, entre otros aspectos, sobre las necesidades afectivas y el desarraigo, sobre la vida y sobre nuestra relación con la muerte, sobre la moral y la culpabilidad pero, sobre todo, analiza la importancia que tienen en nuestra infancia los factores educacionales, sociales y económicos que acaban marcando y moldeando nuestra personalidad».
La película fue producida por El Niño Producciones, Aquí y Allí Films y La Mirada Oblicua con la participación de RTVE, Movistar +, Telemadrid y Canal Sur en colaboración con el ICAA y Comunidad de Madrid.



El DOP Ibón Antuñano habla en primera persona sobre el proyecto
Buscando la verdad junto a Daniel Guzmán
Trabajar con Daniel Guzmán siempre es una aventura. Tiene esa costumbre maravillosa —y temeraria— de rodar con actores y actrices amateur, buscando una verdad que no se puede fingir. Esta vez, además, contábamos con Charo, una mujer de 91 años que llenaba cada plano con su presencia. Pero su energía y espontaneidad también implicaban repetir muchas tomas, y ahí empezaba mi reto: la luz. A medida que avanzaba el día, todo cambiaba —la temperatura, las sombras, la textura de los rostros— y había que ajustar sin perder esa naturalidad que Daniel quería conservar a toda costa.

Rodamos en muchísimas localizaciones, sobre todo exteriores. Cada una traía su propio clima, su ruido, su imprevisto. Los actores, sin experiencia previa, se iban transformando toma a toma: lo que grabábamos al principio no tenía nada que ver con las tomas finales. Y ese proceso, aunque agotador, tenía algo mágico: la vida se colaba en la imagen.

Una de las escenas más complejas fue la de los coches. Dani, que además de dirigir interpreta en la película, no quería especialistas. Así que me metí con la cámara al hombro dentro del coche, pegado a ellos, intentando capturar cada gesto, cada vibración. En una de las tomas, el coche arrancó con tanta fuerza que la cámara salió volando dentro del habitáculo. Me enfadé, claro. Pero ahora lo recuerdo con una sonrisa: esa era exactamente la energía que queríamos atrapar.

Retratando un Madrid frío
Desde el principio tuvimos claro que queríamos retratar Madrid con otra mirada, alejada de los tópicos visuales de las producciones habituales. Cuidamos mucho los encuadres, buscando la belleza en lo cotidiano, en los rincones donde la ciudad respira verdad. Quizás el hecho de que yo no sea madrileño me dio esa frescura de descubrir nuevos ángulos, de mirar la ciudad con ojos curiosos. Además, Dani me dio total libertad a la hora de encuadrar, algo que agradecí profundamente. Esa confianza fue clave para construir una fotografía honesta, viva.

La deuda es la segunda película que Dani y yo rodamos juntos, y la verdad es que nos entendemos solo con mirarnos. Sabemos perfectamente qué estamos buscando y, sobre todo, qué no queremos. Ese entendimiento nos permite construir un cine social, pero elegante; un cine que habla de la vida sin subrayarla, con una mirada limpia y sincera. Y para mí, como director de fotografía, no hay nada más bonito que eso: encontrar la verdad en la luz que cambia.
El trabajo de luz y de cámara
Trabajamos con una Arri Alexa 35 y lentes Hawk V-Lite anamórficas, herramientas que nos permitieron encontrar el equilibrio entre realismo y elegancia. Utilizamos distintas técnicas según lo que pedía cada escena: cámara en mano, grúa telescópica, travellings, planos fijos… En cuanto a la luz, preveíamos con antelación las configuraciones de los interiores gracias al gran trabajo de mi gaffer, Kiko Boyero, que supo entender perfectamente el tono que buscábamos. Diseñábamos la iluminación de manera que diera total libertad a los actores y a Dani; porque lo más importante en este tipo de cine son ellos, los intérpretes y la puesta en escena. La fotografía no puede imponerse ni restar frescura: debe acompañar, respirando al ritmo de los personajes.
